domingo, 23 de septiembre de 2018

El cielo en la piel


Recuerdo la primera vez que leí este texto dramático en la Facultad de Filosofía y Letras y con ello también viene a mi memoria que me costaba trabajo seguirle el hilo, imaginármelo en escena y es que para alguien que apenas se acercaba al teatro, hablar de narraturgia era algo que le hacía mucho ruido en su cabeza, el teatro es acción, le decían una y otra vez.

El cielo en la piel de Edgar Chías en aquel entonces no me decía mucho, si no es que nada. Sin embargo, con el tiempo ahora cada una de sus palabras resuenan y me muestran una parte de la realidad, me llevan a un pequeño lugar en Ciudad Juárez, a algún sitio del Estado de México, a un rincón de algún hogar de la Ciudad de México.

Me remontó a aquellos años de secundaria y pienso en mis compañeras. Sí, a aquellas adolescentes que eran obligadas a usar faldas a cierta altura, a no utilizar maquillaje durante clases, pero que a la salida las faldas milagrosamente habían cambiado de tamaño y había un ligero rubor en las mejillas.

Pienso en aquellas en las que los estándares de belleza colocaron en el ojo de varios de mis compañeros, de otros adolescentes afuera de la escuela, de señores que por ahí pasaban o incluso de los mismos maestros y se dirigían a ellas con miradas lascivas.



A algunas de ellas les llegaba a incomodar pero tenían que aguantarse y no decir nada porque no había quien las recogiera o quien las pudiera defender, otras guardaban silencio porque en casa les enseñaron que ellas se lo habían buscado, algunas terminaron siendo madres antes de cumplir los quince y otras tantas, en otros lugares, desaparecidas.

Poco a poco los femenicidios nos han ido alcanzando y aquello que veíamos lejano ahora nos va pareciendo más "cotidiano"... tristemente lo vamos normalizando, empezó a meterse en nuestras televisiones, en el puesto de periódicos de la esquina, en las conversaciones y sin embargo por irónico que parezca, nadie dice o hace algo.

Si bien el texto se me sigue haciendo complicado, aplaudo la dirección de Carlos Talancón, quien logra hacerlo interesante en varios momentos, lo mismo que las interpretaciones que pueden, me parece, aún profundizar más en sus personajes.

Tuve oportunidad de trabajar y ser compañero de Nataly Orozco en la carrera, desde entonces he creído que es una buena actriz, disciplinada y comprometida, lo que vi hoy en escena me deja un grato sabor de boca, una actriz que está todo el tiempo en escena, que absorbe todos y cada uno de los estímulos que sus compañeros le proporcionan, alguien que sin necesidad de la palabra te expresa, te atrapa, te lleva de la mano en la historia. Sigo sin entender tanto desnudo en especial cuando se está haciendo una crítica hacia el machismo, aunque por otro lado me lleva a pensar en la vulnerabilidad del cuerpo desnudo y la fragilidad del ser.

Le acompañan en escena Nallely Aguilar, Javier Sánchez, Fernando Sánchez Cervantes, José Roberto Serrano y Angélica Vera Cruz.


El espacio escénico es muy atractivo, unas tarimas dispuestas en el escenario de tal forma que una de ellas queda en el centro en donde se coloca a nuestra protagonista y en las otras sus compañeros y agresores que bien pueden ser sus padres, sus hermanos, sus jefes, sus compañeros de escuela y en la que el público juega una parte importante al convertirse en un fragmento etéreo de ese microcosmos. 

El diseño sonoro a cargo de Rodrigo Castillo y la selección de vestuario de Carlos Cid y Ricardo García Luna, quien  también se encarga de la iluminación, juegan un papel importante a lo largo de las transiciones para llevarnos de un cuento a una cruda realidad. 

El cielo en la piel se presenta en el Foro de las Artes hasta el 7 de octubre, los viernes a las 20 hrs, sábados 19 hrs y domingos 18 hrs.

jueves, 20 de septiembre de 2018

La Divina Ilusión



Miércoles 19 de septiembre, en el Centro Cultural Telmex 2 a las 20:30 hrs., se da la tercera llamada, en escena vemos a un joven actor que da vida a un chico curioso, ávido de comerse al mundo, con deseos de descubrir que hay más allá de los muros de su seminario y su sotana. Pronto su curiosidad se ve alimentada con la llegada de otro joven más bruto, visceral e intempestivo.  



Así pues, dos personajes tan distintos cruzan su camino, Michaud (Dalí González Jr.) nacido en buena cuna, acostumbrado a tomar té caliente y amante del arte dramático, y por otro lado Talbot (Eugenio Rubio)  perteneciente a una familia de obreros y del cual dependen sus hermanos para escalar a una mejor posición o una vida un tanto más desahogada y quién tiene un secreto que le atormenta.

Sumado a este encuentro está la llegada de La Divina Sarah Bernhardt (Pilar Boliver), una gran actriz francesa que sacudirá de manera directa o indirecta el destino de ambos jóvenes. 


La dirección a cargo de Boris Schoemann hace que el texto de Michel Marc Bouchard pase con un humor agridulce, ácido en algunas ocasiones al ver un pedazo de lo que es nuestra miserable  realidad, dulce en la candidez y ternura de los ojos de Michaud para ir descubriendo ese mundo, e invita en todo momento a una reflexión y a la sensibilización en torno a los diferentes tópicos que nos muestran cada uno de estos personajes: Poder, Religión y Cultura.

Además de los actores antes mencionados encontramos también las excelentes interpretaciones de: Constantino Morán, Mahalát Sánchez, Miguel Corral, Miguel Conde, Olivia Lagunas, Servando Ramos, Paula Watson y Gabriela Guraieb.

La escenografía e iluminación a cargo de Fernando Flores Trejo, juegan de una manera magistral pues con tan pocos elementos pasamos de una fábrica a un camerino o un seminario, jugando perfectamente con el diseño de vestuario de Estela Fagoaga y la música de Joaquín López *Chas*.

La Divina Ilusión es una obra de teatro que nos refleja una cruda realidad que a pesar de estar situada a principios del siglo XX nos lástima, nos toca y nos recuerda que mucho de lo que sucede en la obra ocurre en varias partes del mundo convirtiéndose en una inteligente demanda social.

Presenta su tercera temporada en el Centro Cultural Teatro Telmex 2, los miércoles a las 20:30 hrs hasta el 14 de noviembre.

**Fotografías de Pueblo López**










martes, 4 de septiembre de 2018

Moby. El miedo que vino del mar



Hace tiempo en una tarde de café cerca del Monumento a la Revolución, un grupo de hombres platicaba sobre su necesidad de tener un montaje para niños y los retos que tiene actualmente el teatro infantil

Muchos proyectos infantiles subestiman a su público, creen que entienden poco o nada y prefieren irse a lo más inmediato, a la risa fácil o lugares comunes.

Recordaban también, aquellas lecturas que dejan en las primarias o los primeros años de secundaria y que en ocasiones se vuelven tediosas y aburridas sin entender del todo el por que,  reflexionaban cómo es que ahora esto podría ser una oportunidad.

Así, entre conversaciones, recuerdos y el olor a café, vino a la memoria de ellos la novela Moby Dick de Herman Melville y la compañía Coral Soldado Teatro Contemporáneo decide emprender la aventura del espectáculo infantil Moby. El miedo que vino del mar.

El elenco conformado por Alan Vak, Felipe Flores "Limbos" y Jimmy Poncho bajo la dirección de Paco Vela nos lleva a un fascinante viaje literario, en donde Moby Dick se convierte en el pretexto para explorar todo aquello a lo que le tenemos miedo.

En un pequeño barco que atraviesa por una tormenta viajan tres hombres o mejor dicho, tres actores que dan vida a varios hombres. Y cuya situación no es sino el reflejo de  la vida misma, pues son las decisiones que toman las que definirán si el barco y su tripulación se salvan o se van de pique al fondo del mar, si vencen o no cada uno de ellos sus más grandes temores. 

De manera divertida, ágil y digerible para los niños y los papás de estos, nos adentramos en las aventuras de una tripulación, reímos con las geniales actuaciones (especial mención el trabajo de Jimmy Poncho), reflexionamos desde nuestro cotidiano y Coral Soldado Teatro nos invita a acercarnos al mágico viaje de los libros, a sumergirnos en el mar de las letras y la creatividad. 

La producción a cargo de Victor Jup y Lee Henry ha hecho posible que el espectáculo se presente ya en diferentes espacios y seguramente este proyecto seguirá navegando a otros recintos, por su practicidad, calidad y la manera inteligente de acercarse a los niños.



lunes, 3 de septiembre de 2018

Salimos del mar y soñamos el mundo

Con motivo del festejo de los cien años del Teatro Esperanza Iris de la CDMX, este año su programación se ha caracterizado por tirar la casa por la ventana y ofrecer a su público espectáculos de gran calidad.

Uno de los proyectos que tuve la fortuna de ver este fin de semana fue Salimos del mar y soñamos el mundo del joven dramaturgo Felipe Rodríguez y bajo la dirección de Nora Manneck.


El texto nos habla de la cosmovisión huichola acerca de la creación del mundo. Toma de pretexto a tres dioses que aburridos deciden salir y conocer que hay más allá del rico mar. En su travesía se irán descubriendo ellos mismos,  crearán cosas nuevas y también se encontrarán con grandes enemigos a los que los cambios no les gustan nada y desean detenerlos para que las cosas continúen como se encuentran hasta ahora.

Apoyados de multimedia, vamos realizando ese bello viaje en el que nos trasportan Kauyumari (Azur Zágada) Takutsi ( María José Vargas), Maxacuaxi (Erick Israel Consuelo) y el fantástico lobo (Juan Acosta), en el elenco se encuentran también  Adrián Alarcón, Bruno y Bernardo Benítez.

Si bien el texto, la multimedia, las actuaciones y la música son hermosas piezas con las que Nora Maneck logra presentarnos un extraordinario rompecabezas, cabe hacer una mención especial al vestuario, que en todo momento es mágico y hasta onírico, por ello, una felicitación a Yolotzin García.

Salimos del mar y soñamos el mundo participó en el XXVII Festival Internacional Quimera y el Festival de las Almas 2017, además de haber tenido exitosas temporadas en el Teatro Sergio Magaña, el Teatro Helénico y el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart), se espera que este proyecto tenga una larga vida y se lleve a diversos espacios.